Guillermo Banzato: “No sólo queremos reapropiarnos de nuestra producción científica sino que también queremos decir otra cosa”
La comunicación científica de acceso abierto parte de la idea del conocimiento como un bien común; eso se enlaza con otros bienes comunes como lo son el agua o el viento, en el sentido de preguntarnos ¿qué ha sucedido en esta etapa del capitalismo que tenemos que comprar el conocimiento o que tenemos que comprar agua envasada?, o ¿por qué nos van a envasar el viento y nos lo van a vender como energía?, empieza la charla Guillermo Banzato.
Para quienes estamos relacionados con el ambiente de la investigación científica nos resulta común escuchar hablar de acceso abierto pero ¿qué es?
Lo más interesante de destacar es que si logramos mantener la producción científica en manos de las universidades, cualquier persona tiene derecho a consultar todos los resultados de nuestras investigaciones: nuestras tesis, nuestros libros, nuestras revistas científicas, toda la producción que tienen las universidades públicas queda así a la mano de cualquier persona que sólo tiene que tener un acceso a internet; es decir que todas las personas pueden acceder a lo que la universidad hace, porque todas las personas con sus impuestos son las que pagan nuestras universidades. Entonces es una forma de devolverle a la comunidad lo que ésta aportó.
La idea del acceso abierto ¿es nueva?
Los latinoamericanos hacemos acceso abierto antes de que existiera el acceso abierto, porque nosotros tenemos revistas científicas con 100 años de antigüedad que siempre estuvieron a disposición del público. Las revistas científicas latinoamericanas son de alta calidad, están en acceso abierto para que todo el mundo las pueda leer, pero no ofrecen el factor de citación, el dato de cuántas veces es citado un trabajo en otro trabajo. Eso sería muy largo de comentar pero básicamente surge de la conveniencia de las compañías de revistas científicas que producen más de mil revistas científicas cada una, revistas que crearon esas bases de datos que manejan sólo ellos con criterios establecidos por ellos y que producen estos índices que para algunas ciencias pueden funcionar de alguna manera representativa, por ejemplo, para la química, para la física, para algunas cuestiones de la medicina, pero para las otras ciencias no tiene representatividad. Pero lo más importante no es que se tenga o no ese índice de impacto sino que esas compañías cierran los resultados de la investigación y sólo lo pueden leer quienes pagan.
Pero muchas veces es el mismo investigador quien quiere publicar en una revista internacional con referato y alto factor de impacto.
En las décadas del ’80 y ’90 del siglo pasado comenzó a crecer desmesuradamente la edición científica en manos de compañías internacionales. Al día de hoy, está calculado que alguna de esas compañías tienen tasas de ganancia mayores que las petroleras. Por ejemplo, nuestro país hasta el año 2016 estaba pagando 20 millones de dólares para que pudiéramos leer las publicaciones científicas. Además, el país paga también para que los investigadores publiquen en esas revistas, y eso no está calculado. Es decir, es un negocio increíble; cualquiera de nosotros querría que nos paguen dos veces por lo mismo. Entonces, desde las grandes bibliotecas públicas de Europa y Canadá empezó una protesta hacia fines de la década del ’90 del siglo pasado que se transformó luego en lo que hoy conocemos como el movimiento de acceso abierto.
…un modelo de publicación más económico.
Yo estoy proponiendo un modelo, que es el que llevamos adelante en la Universidad Nacional de La Plata, en el cual el conocimiento está en manos de la Universidad y es mucho más barato. Por ejemplo, en la Argentina hay un sistema de evaluación de revistas científicas que se llama Núcleo Básico de Revistas Científicas Argentinas que lo lleva adelante el Conicet y al día de hoy tiene casi 300 revistas. Nosotros hemos hecho el cálculo, y con el 10% de todo lo que se paga para comprar revistas extranjeras nosotros podemos hacer que esas revistas científicas del núcleo básico estén en las mejores bases de datos internacionales.
En este contexto, ¿qué es AmeliCA?
Ameli Conocimiento Abierto es una iniciativa internacional que surgió de la unión de distintas universidades latinoamericanas como la Universidad Nacional de La Plata y la Universidad de Antioquia en Colombia, con el respaldo tecnológico de Redalyc (Red de Revistas Científicas de América latina y el Caribe) de la Universidad Autónoma del Estado de México, y con el apoyo de la UNESCO y la red de CLACSO. Es una infraestructura de comunicación para la publicación académica y la ciencia abierta. Esta iniciativa tiene en sí misma una base de datos porque lo que nos proponemos es que las revistas ingresen a esa base de datos para que mejoren en su calidad editorial y después puedan acceder a otras bases evaluativas como Redalyc, Scielo, Latindex, etc. Además es una iniciativa que tiene actividades de formación de editores, tiene una comisión de ciencia abierta para discutir todas las cuestiones que hacen a la producción científica y una comisión de investigación donde tratamos de generar índices que sean alternativos a los de las bases de datos cerradas. Y tiene además una comisión en la que llevamos el formato de edición OJS en castellano, allí ayudamos a los informáticos de distintas universidades a instalar y sostener el software con el que se editan las revistas.
La mayor cantidad de revistas científicas son inglesas y hay que publicar en inglés. ¿Realizan alguna acción para fortalecer el castellano como idioma de producción científica?
Justamente AmeliCA es una forma de contener a las revistas que se editan en castellano. Pero no sólo eso. Hay ahora una Declaración muy interesante que es la de Helsinski, sobre multilingüismo en las ciencias. En esta declaración se fomenta que la ciencia se publique en distintos idiomas y que es muy importante la publicación en idiomas locales. En estos momentos se está trabajando con algunas revistas de Polonia, una revista de la India, revistas en portugués y próximamente se van a sumar las publicaciones científicas de la Universidad Nacional del Comahue, suyo rector acaba de firmar la carta de intención.